En el medio ambiente (en el suelo, en el aire o a través del agua de riego…) o durante la producción, el transporte o el almacenamiento, la fruta puede contaminarse con bacterias como Salmonella, Listeria o Escherichia coli.
Cuando la fruta se manipula (por ejemplo, se corta o se pela), tanto en el hogar como en las tiendas de alimentación, en las fruterías o en los restaurantes, los agentes patógenos pueden transferirse a la parte carnosa de la fruta que vamos a consumir, de varias formas:
- A través de las manos, si no están limpias.
- A través de superficies de la cocina o de utensilios de cocina sucios (cuchillos, tablas de cortar…).
Además, si la fruta cortada se mantiene a temperatura ambiente, las bacterias se multiplican rápidamente en ella. Por ejemplo, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) constató en el año 2014 que la bacteria Salmonella puede crecer rápidamente en el melón cortado conservado a temperatura ambiente, sin deterioro aparente de su aspecto.