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Gripe

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Un poco de historia
 
Con frecuencia se oye hablar de otras variedades de la gripe, como la gripe aviar, gripe porcina o la Gripe A, conocida entre nosotros por la epidemia registrada en 2009 y la intervención preventiva que se realizó.  

La gripe es una enfermedad vírica del tracto respiratorio superior causada por los virus de la familia orthomyxoviridae que incluye los géneros Influenzavirus A y B e Influenzavirus C. El virus gripal A se propaga rápidamente por todo el mundo en forma de epidemias estacionales que afectan al 5-15% de la población. El virus gripal B se presenta generalmente en brotes epidémicos más localizados y el virus gripal C está relacionado con la aparición de casos esporádicos. La mayoría de las personas infectadas se recuperan sin necesidad de tratamiento médico al cabo de 1 ó 2 semanas de infección. Las personas muy jóvenes, de edad avanzada e individuos con patologías de base (enfermedades pulmonares, diabetes, problemas cardíacos o renales) pueden presentar neumonía y complicaciones graves que pueden ser letales. Las epidemias anuales de gripe tienen un importante impacto económico, debido a los costes de la asistencia sanitaria y de pérdida de productividad que originan.

Las epidemias anuales de gripe se producen como consecuencia de pequeños cambios antigénicos (deriva antigénica o “drift”) que son los responsables de la necesidad de actualizar la composición de las vacunas antigripales para cada nueva temporada invernal. La aparición de una cepa antigénicamente nueva (“shift”) se produce por el intercambio de material genético (reagrupamiento) entre cepas humanas y porcinas, las cuales a su vez proceden de las cepas aviares (reservorio natural de todos los subtipos). Ante la aparición de cepas antigénicamente nuevas capaces de infectar al ser humano y la existencia de unas condiciones ecológicas favorables para los procesos de intercambio genético, puede aparecer un nuevo virus gripal frente al cual el ser humano carezca de inmunidad y se puede originar una nueva pandemia. En estas situaciones se requiere la administración de una vacuna específica (ejemplo: la vacuna que se produjo frente al virus gripal pandémica A/California 2009 (H1N1).

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Desde el siglo XVI, se han documentado diversas pandemias de gripe. Aproximadamente en cada siglo se han detectado unas tres pandemias, a intervalos de 10 a 50 años. Una pandemia de gripe se produce como resultado de la aparición de un nuevo subtipo de virus de gripe A, diferente de las cepas previamente circulantes en la población, y para el cual la población no tiene inmunidad, por lo que toda ella es susceptible.

A lo largo del siglo XX se han producido tres grandes pandemias gripales, todas ellas causadas por virus gripales del tipo A2:

• Años 1918-19 (gripe española): se debió a la aparición del subtipo H1N1. Se estima que la pandemia de 1918 causó más de 40 millones de muertes en menos de un año y que enfermó entre el 25 y el 30% de la población. La mortalidad se dio sobre todo entre jóvenes y personas sanas.

• Años 1957-58 (gripe asiática): se debió a la aparición del subtipo H2N2, un virus menos virulento que el H1N1. Los casos se dieron sobre todo en niños y niñas en edad escolar. La mortalidad mostró un patrón similar a las epidemias estacionales, con una afectación mucho mayor en personas de edad avanzada y población infantil. El exceso de mortalidad global se ha estimado en más de 2 millones de muertes.

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• Años 1968-69 (gripe de Hong-Kong): se debió a la aparición del subtipo H3N2, que fue más suave que la de 1957. El exceso de mortalidad se estima en un millón.

El análisis de estas pandemias permite extraer las siguientes conclusiones:

Origen asiático: la mayoría de las pandemias se han originado en partes de Asia, donde gran cantidad de la población convive en proximidad con las aves y cerdos. Aunque la transmisión del virus de la gripe aviaria a los seres humanos es excepcional, la persistencia de epidemias en las aves aumenta la probabilidad de transmisión del virus aviario al hombre y de aparición de casos de enfermedad humana. Las epidemias en aves pueden prolongarse durante años si no se establecen medidas adecuadas de vigilancia y control. Por ello, la vigilancia de la enfermedad en animales y el estudio de las agrupaciones de casos en humanos en estas partes del mundo, es fundamental para la detección temprana de una pandemia.

Comportamiento impredecible: la gravedad y letalidad de un virus pandémico es muy variable y no se puede conocer antes de la emergencia del virus. Puede causar enfermedad grave en grupos normalmente no afectados por la gripe, como adultos jóvenes, lo que condiciona el impacto producido por una pandemia. Por lo tanto, la vigilancia epidemiológica es fundamental para caracterizar de forma oportuna los grupos de riesgo que en cada momento están siendo afectados y adaptar las medidas de control necesarias. El papel de la vigilancia virológica es fundamental para la rápida confirmación del inicio de una pandemia, para aislar y caracterizar al virus y tenerlo disponible para la producción de vacuna. Si la pandemia se originase fuera de Europa, pueden pasar de 1 a 4 meses antes de que la misma llegue hasta nuestro país.

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Rápida difusión: las pandemias se extienden habitualmente en menos de un año a todas las zonas del mundo y causan enfermedad en aproximadamente un cuarto de la población. Su abrupta aparición y la gran morbimortalidad que producen en un corto periodo de tiempo, hacen que la capacidad de respuesta se vea afectada y sea limitada en muchos de los campos. El nuevo virus tiende a producir varias ondas, y los grupos de edad y áreas no afectados en la primera pueden ser los más vulnerables en las posteriores. Las segundas ondas suelen tener más impacto. La primera onda presentará un pico máximo a los 3 a 6 meses a partir de que se detectan los primeros casos, y la segunda onda podrá presentar su pico máximo alrededor de un año desde el comienzo de la pandemia.

Impacto de las medidas de salud pública: las medidas de salud pública pueden retrasar la difusión, pero no detener una pandemia de gripe. El retraso de la difusión es importante para hacer posible la puesta en marcha de medidas que mejoren la capacidad para controlarla. En 1957 y 1968 las vacunas contra la nueva cepa se produjeron rápidamente, pero la capacidad de producción fue limitada y llegaron tarde para disminuir el impacto.

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