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Escuela Madrileña de Salud

La Organización Mundial de la Salud dio a conocer en 1993 un conjunto de diez competencias psicosociales, entendidas como: “la habilidad de una persona para enfrentarse exitosamente a las exigencias y desafíos de la vida diaria”, a las que denominó habilidades para la vida, y aunque inicialmente fueron concebidas para educar a niños y jóvenes, pueden emplearse perfectamente en el caso de los adultos, sobre todo si padecen condiciones crónicas.

Estas habilidades conocidas también como destrezas psicosociales, permiten a las personas transformar conocimientos, actitudes y valores en habilidades, es decir, saber: qué hacer y cómo hacerlo. De hecho, les facilitan comportarse en forma saludable, siempre que deseen conseguirlo y tengan la oportunidad para ello. Las habilidades sobre cómo hacer algo no son los únicos elementos que influyen en la conducta, pues la motivación y la capacidad para comportarse en forma saludable también se relacionan con el apoyo social y los factores culturales y ambientales.

Sin duda alguna, esas habilidades servirán a las personas para relacionarse mejor consigo mismas, con los demás y con el entorno, así como también para proceder de cierta manera saludable, de acuerdo con la motivación individual, en el campo de acción y el contexto sociocultural en el que viven.

El núcleo pedagógico de la Escuela Madrileña de Salud serán las habilidades para la vida. Las habilidades para la vida son el eje de una educación humanizadora. Fortalecerlas y desarrollarlas ayuda a las personas a llevar una vida autónoma y saludable que les hace menos vulnerables a involucrase en conductas de riesgo, previniendo la aparición de enfermedades.

Son, por tanto, un factor de protección respecto a las conductas susceptibles de comprometer la salud y el bienestar, o dicho de otra manera, sobre los factores susceptibles de propiciar comportamientos prosociales y estilos de vida saludables. Pretendemos dotar a cada persona de una batería de recursos personales que le ayuden a obtener lo mejor de sí misma, de su mundo relacional y del entorno social, contribuyendo a prevenir riesgos psicosociales de diversa naturaleza.

Estas habilidades son:


1.- Capacidad para tomar decisiones.

Tomar decisiones educadas y adecuadas por parte de la persona y/o paciente después de haber sido informado y educado por el profesional de la salud o por un igual (programa paciente /cuidador experto); tomar decisiones compartidas con el proveedor de salud (relación colaborativa), evaluar alternativas, opciones y consecuencias, así como ejecutar un plan de acción con una meta de salud, son consecuencias de esa capacidad para asumirlas.


2.- Habilidad para resolver problemas.

Consiste en resolver por sí mismo o ayudado por personas allegadas determinados problemas relacionados con los obstáculos que enfrenta por su enfermedad crónica o por su estilo de vida, por ejemplo: la pereza para realizar actividad física se elimina si decide efectuarla en su casa o acompañado de un vecino. Otra arista de esta habilidad es la solución de conflictos, tengan que ver o no con su padecimiento.


3.-Capacidad para pensar de forma creativa.

Es el uso de los procesos básicos del pensamiento, que se relacionen con iniciativas para desarrollar o idear alternativas, contribuye a la toma de decisiones y a la solución de problemas, lo cual permite explorar las posibilidades disponibles y tener un pensamiento proactivo, mucho antes de que surjan las dificultades. El pensamiento creativo ayudará a responder de manera adaptativa y flexible a las situaciones que se produzcan.


4. -Capacidad para pensar en forma crítica.

Radica en la habilidad para analizar información y experiencias de manera objetiva. Ayuda a reconocer y evaluar los factores que influyen en la enfermedad crónica, así como las causas de un comportamiento o actitud.


5.- Habilidad para comunicarse en forma efectiva o asertiva.

Muchas veces, el incumplimiento del plan terapéutico, el mantenimiento de un factor de riesgo, la no indagación sobre los efectos adversos medicamentosos, el abuso de fármacos o las barreras para su control, se producen comúnmente por inadecuada comunicación con el proveedor de salud, pues el paciente tiene miedo a preguntarle, se inhibe por el limitado tiempo del profesional o le atemoriza la autoridad del mismo, por tanto, hay que buscar los mecanismos más eficaces para lograr la asertividad y viabilizar que se produzca la comunicación con el profesional de salud, así como con los amigos, vecinos, familiares o allegados.


6.- Habilidad para establecer y mantener relaciones interpersonales.

Permitirá al individuo/ paciente relacionarse positivamente con las personas con quienes interactúa, tanto proveedores de salud como familiares, así como conservar buenas relaciones con los miembros de la familia (una fuente importante de apoyo social), pues solo así podrá manifestar o preguntar a tiempo todo aquello que le preocupa sobre la enfermedad.


7.- Capacidad para conocerse a sí mismo.

Cuando las personas poseen conocimiento sobre su propia enfermedad, patogenia, factores predisponentes, diagnóstico y otros elementos al respecto, ayudan al profesional a ubicarse.


8.- Capacidad para entablar empatía.

Es la capacidad de ponerse en el lugar del otro e imaginar cómo es la vida para esa otra persona. Incluso en situaciones con las que no se suele estar familiarizado, la empatía coadyuvará a aceptar a individuos diferentes en etapas avanzadas de la enfermedad o con otras condiciones. La adquisición de esta habilidad alertará al paciente, pues quizás algún día se verá en esta situación, si no se toman medidas preventivas.


9.- Habilidad para manejar las propias emociones.

Una enfermedad crónica y/o muchas situaciones de la vida generan incertidumbre, desesperanza, depresión, temores, desconfianza de sí mismo, ansiedad, ira o enojo. Es por ello hay que adquirir habilidades para sobreponerse a las consecuencias de sus manifestaciones y poder gestionar y elaborar las pérdidas y conflictos que se produzcan.


10.- Habilidad para manejar las tensiones o el estrés.

Facilita reconocer, gestionar y reducir las fuentes de estrés y sus efectos en la vida de la persona/paciente con una condición crónica, desarrollar una mayor capacidad para responder a ellas, ya sea cambiando elementos en el entorno físico o estilo de vida, así como aprender a relajarse, de manera que las tensiones creadas por el problema de salud no generen otras.

También son importantes otras destrezas genéricas necesarias para enfrentar las enfermedades crónicas: ver más

Redacción

Toda la actualidad de la ciudad de Las Rozas de Madrid.

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